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Asistente Salud Mental

    Cómo la segunda ola del COVID-19 afectó la salud mental de médicos y enfermeros en los hospitales públicos bonaerenses

    Infobae – 2 de mayo de 2021

    Según explicó la subsecretaria de Salud Mental, los intensivistas enfrentan situaciones que muchas veces los desbordan. “Deben informar una cantidad de fallecimientos como nunca en sus vidas”, ejemplificó.

    La palabra precisa no es estrés. Cuesta encontrar la definición que abarque la situación que los profesionales de la salud vive en los hospitales públicos de la provincia de Buenos Aires. La segunda ola del COVID-19 los expone a momentos límites que impactan en su propia salud, física y mental. Nunca, en toda su vida profesional, informarán, en un lapso tan corto, tantos fallecimientos a los familiares de los enfermos. En cuestión de segundos, la noticia se trasforma en lágrimas, gritos, desconsuelo. A veces, los receptores son sus propios seres queridos, o compañeros de trabajo. O amigos de sus hijos.

    Julieta Calmels es psicóloga, pero también la subsecretaria de Salud Mental del Ministerio de Salud bonaerense, en momentos en que el coronavirus pone en jaque al sistema sanitario. “Estrés es un nombre que utilizamos y que nos sintetiza otro montón de cosas que van ahí adentro. Podemos decir que en las terapias intensivas hay un nivel de angustia muy importante. Los médicos que se han formado, y se dedican centralmente a poder salvar vidas, están administrando muchas muertes, muchas, muchas, muchas. Más de las que son capaces de procesar y elaborar en términos simbólicos”.

    La colaboradora del ministro Daniel Gollan describe en detalle, sin ahorrar imágenes, el dramatismo que presenció en sus recorridas por las saturadas Unidades de Terapia Intensiva (UTI) del conurbano.

    “Ayer estuve con un intensivista que tenía más de veinte pacientes en terapia. Él gestiona todos los partes diarios. La tasa de letalidad en las terapias es del sesenta o el setenta por ciento. Este médico, va a informar una cantidad de noticias de fallecimientos, en corto tiempo, como nunca en su vida. Como nunca en su vida”.

    Calmels deja que la última frase flote. Que lastime. Recién después continúa: “Si uno imagina a esa persona, o los enfermeros de terapia, o los que limpian, van a estar con un esfuerzo muy grande por el cuidado del cuerpo de la persona enferma, pero también con un impacto muy grande, de la relación con los propios familiares, con los cuales hay que hablar, hay que contarles. Ellos se angustian, están muy ansiosos. Piden entrar a ver al ser querido. Muchas veces lo despiden en la puerta del hospital, y no saben nada más. Eso despierta situaciones de fantasías muy espantosas en relación a si lo están atendiendo bien, si no lo están atendiendo, y ni hablar de los momentos de fallecimiento”.

    Calmels no es escritora, pero es evidente que vive de la palabra. “Hoy los trabajadores de la salud no solo tienen que cuidar del cuerpo biológico, también tienen que administrar la angustia de los pacientes, de los familiares”. Ellos están agotados. Están agotados del año de trabajo que tienen encima. Es difícil trasmitir el agotamiento mental y físico. Atraviesan situaciones de mucha angustia y de mucha exigencia, como si en el cuerpo y en el psiquismo de ellos cayera una parte muy importante de la catastrofe que estamos viviendo”.

    Catastrofe es la palabra. La misma que se usó durante y después de las tragedias de Cromañon y de Once.

    “El personal de la salud está con vivencias y convivencias de mucha contradicción. Saben que ingresan al hospital y se van a encontrar con que los cuadros se complejizan rápidamente y si ingresan a una terapia, muchos de ellos mueren. Saben que pueden hacer mucho menos de lo que harían en otra situación, y de lo que hicieron toda su vida”, detalla la funcionaria.

    Las situaciones personales también afectan a cada uno de los trabajadores de la salud. El estrés que sobrellevan en los hospitales, muchas veces es trasladado a la intimidad familiar que deriva en discuciones. Otros, en cambio, viven desde que comenzó la pandemia en otro lugar para evitar llevar el virus al hogar y contagiar a sus seres queridos.

    Para intentar contener al menos en parte alguno de estos conflictos, o para tener un espacio para abordarlos, desde el Ministerio de Salud bonaerense se reforzaron, con unos 100 psicólogos y trabajadores sociales, los dispositivos de salud mental para pacientes y personal.

    Enfermeros, camilleros, médicos, son estimulados para compartir estos espacios de reflexión y abordaje a los conflictos que les está generando hoy enfrentarse a la realidad de la segunda ola del coronavirus.

    La subsecretaria de Salud Mental, por la experiencia que tuvo en este tipo de abordaje después del siniestro de Cromañon, dónde murieron 194 jóvenes, sabe que para los efectores de salud, los problemas de salud mental, llegarán cuando se amesete la demanda. Por algo se lo llama estres post traumático.

    Los familiares, y los propios enfermos, aquellos que no ingresaron a terapia y que están concientes, también son alentados para recibir apoyo profesional. A los primeros, por ejemplo, se los invita a que después de recibir el parte médico, se reunan en grupo para apoyarse unos a otros.

    A los pacientes que están en salas comunes o aislados, pero no en terapia intensiva, se les facilita una tablet a través de la cual se pueden comunicar con sus seres queridos. Estos dispositivos son facilitados, sobre todo, a las familias que no tienen celular, o datos para realizar una vidéollamada, un zoom.

    “Esto permite que los familiares vean a la persona internada, tengan la representación, la miren, la escuchen y que además se puedan decir cosas. En momentos tan límites de la vida, como son estos, lo que uno tenga para decirle al otro, es un elemento central y muchas veces determinante también para que se pueda hacer o no algunos duelos”, explica.

    La funcionarias destaca que estas medida “buscan dar respuesta a los efectos que la segunda ola de la pandemia está generando en la salud mental de los trabajadores sanitarios y de los y las pacientes”.

    A veces son los médicos quienes utilizan la tablet para brindar el parte médico a los familiares que están en otro extremo del hospital o que no pudieron llegar hasta el lugar.

    En estas situaciones límites, el ingenio y sobre todo el amor por la profesión llevó a que, por ejemplo, los enfermeros del hospital de Fiorito, ubicado en Lanús, inventen un sistema maravilloso entre pacientes y seres queridos.

    Le entregan un cuaderno a cada uno para que vuelquen sentimientos y deseos. “Los cuadernos se volvieron un espacio en el que se construye, se sostiene una relación de afecto, de lazo. Esta enfermedad interrumpe la relación del lazo entre las personas que es lo que los mantiene vivos muchas veces”, recuerda la psicóloga.

    La primera ola del coronavirus dejó enzeñanzas que al menos Calmels capitaliza desde su posición: “Estamos incentivando el ingreso de los familiares para que vean y hablen con sus seres queridos. La provincia tiene un protocolo de ingreso desde hace bastante. En la medida en que la situación del hospital lo permita, que el paciente esté en condiciones de ver a un familiar. En los cuadros no terminales, hace que el paciente este mejor, que la familia este más tranquila. En los momentos terminales, los seres queridos tienen que estar ahí aunque sea unos minutos”.

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