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Asistente Salud Mental

    INFOPAN 100 | Salud Mental: La otra pandemia

    Por Paula Imperiali

    ¿Qué pudieron saber las naciones sobre la salud mental de su población?

    Decretadas las cuarentenas y aislamientos a lo largo y ancho del mundo, Estados, Universidades, Organizaciones no gubernamentales, investigadores y otros profesionales comenzaron a preguntarse sobre los efectos de la pandemia por COVID-19 a nivel de la Salud Mental. Es así, que poco tiempo después del comienzo de la pandemia, en muchos países comenzaron a realizarse estudios de tipo estadísticos que permitieran tomar conciencia efectiva de lo que la realidad misma se encontraba poniendo en agenda: la sintomatología psíquica de poblaciones enteras frente a una nueva realidad.

    De este modo, y pensando la región Latinoamericana, una de las primeras alertas que brindó una investigación tuvo que ver con los altos porcentajes de personas que presentaron características del Síndrome de Quemarse por el Trabajo debido a la modalidad virtual, como así también la inquietud por la violencia doméstica como efecto del cierre de escuelas y principal padecimiento de las niñas.

    Asimismo, el encierro obligado en el hogar trajo aparejada nuevas problemáticas como el retorno a las casas de integrantes del colectivo LGTBIQ+, lo que colaboró a que se constituya un 42,7% de casos de ansiedad y ataques de pánico en Brasil, población toda que a su vez experimentó una media de ansiedad del 80%. De hecho, los cuadros sintomáticos acorde a la ansiedad, angustia y depresión han estado presente en muchos países, como en el caso de Costa Rica donde 1 de cada 2 personas mayores de 15 años manifestaba lo propio; República Dominicana donde la depresión y el trastorno del sueño han sido los padecimientos más usuales durante la pandemia, como así también el aumento del consumo de sustancias psicoactivas; Chile con una realidad emocional en conflicto frente al agravante, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de ser parte del 40% de países que no cuenta con una Ley de Salud Mental; y México con una afectación a mediados del 2020 del 28% de su población con depresión.

    En AMÉRICA DEL NORTE, y precisamente en Estados Unidos, fue luego del periodo eleccionario que comenzaron a ser más contundentes las estadísticas, presentando un alto costo en los niños y jóvenes quienes aumentaron un 24% y 31% las consultas de emergencia, llevando a un número general en cuanto a toda la
    población de 42% de casos de ansiedad y depresión.

    En el caso del EUROPA, una de las primeras consecuencias se manifestó en los efectos negativos en los trabajadores esenciales. A mitad del año pasado, Reino Unido registró un 43% del personal médico con padecimiento psíquico, mientras a principios del 2021 se pudo saber que una de cada cuatro personas tiene problemas para dormir y que el 83% de los niños con dificultades de Salud Mental, agravaron su cuadro.

    Los llamativos números se repitieron en Italia y Francia: con porcentajes de población en estado depresivo del 21% y del 9,5%, respectivamente. Tal es así que actualmente, en la población italiana se ha informado un aumento del 30% en las hospitalizaciones por causas de Salud Mental, mayormente motivadas por conductas auto lesivas e intentos de suicidio en las infancias y juventudes.

    Sobre el continente asiático, principalmente en Japón el protagonismo lo tuvo el considerable incremento de los índices de suicidio, siendo de hecho, según la OMS, uno de los países con el porcentaje más alto del mundo y registrando en el mes de octubre del 2020 más muertes por suicidio que por COVID-19.

    En este contexto mundial, en base a la gestión de la pandemia de los distintos continentes, la OMS advirtió que el 93% de los servicios de Salud Mental fueron interrumpidos por el COVID-19 y que en más del 60% de los países, se detuvo el abordaje a personas vulnerables. Realidad inquietante teniendo en cuenta no sólo los efectos psíquicos de los aislamientos sino también que, llegando al final del 2020, se comenzó a saber que hasta el 20% de los recuperados del virus, podían desarrollar problemas psiquiátricos en los 90 días posteriores al alta.

    ¿Qué lugar tuvo la Salud Mental en materia de Gobierno?

    Establecida la emergencia sanitaria, sea por la aceptación de los evidentes efectos psicológicos, por solicitud de sectores parlamentarios o por la exigencia de organismos mundiales, muchos gobiernos comenzaron a incluir en sus gestiones sobre la pandemia el abordaje de la Salud Mental. Gran parte de estas medidas ha tenido características virtuales, como líneas telefónicas para consultas, y algunas otras han cobrado un mayor sentido de presencialidad, justamente para combatir el efecto de la falta de la misma.

    En el caso de Argentina, desde Presidencia de la Nación se ha trabajado con la ayuda de un equipo interdisciplinario enfocado en diseñar políticas públicas que respondan a las demandas actuales, como lo son la violencia de género y la situación de los adultos mayores. Es así que las iniciativas han tenido que ver mayormente con la virtualidad y se han desarrollado programas como “Cuidar a los que Cuidan” dirigido a los médicos y médicas, y distintos números telefónicos para acompañamiento o contención dirigidos a la población. Así es también el caso de Brasil, donde se ha creado el programa “Mentalizar” para generar conciencia acerca de la Salud Mental y se han inaugurado aplicaciones para teléfonos, líneas de WhatsApp y redes sociales para detectar síntomas y poder darles abordaje.

    Medidas similares adoptaron países como Chile, con el programa “Saludable Mente”; en Bolivia con la creación de líneas telefónicas específicas para Salud Mental; en Honduras con el ofrecimiento de atención en esta área mediante la línea 911 y en México con la puesta en marcha de un chat gratuito para factores de riesgo; país que a su vez creó el Programa Nacional contra el Suicidio para su prevención y agregó al ciclo escolar 2020-2021 una asignatura de conocimientos sobre enfermedades que afecten gravemente al país.

    En el caso de Panamá el énfasis se vio en el cuidado de las mujeres que podrían estar pasando por una situación de vulnerabilidad en el hogar, y se crearon líneas telefónicas específicas como así también una campaña informativa titulada “Cuarentena sin violencia”. En la misma dirección de difusión y prevención, Guatemala y República Dominicana utilizaron la semana del Bienestar Emocional 2020 para expandir información sobre la importancia de la Salud Mental y lo realizaron siguiendo los lineamientos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que aprovechó el mismo momento del año para concientizar acerca de la necesidad del apoyo psicosocial bajo el título “Juntos más fuertes”.

    Cuba por su parte decidió incluir profesionales de la Salud Mental a los equipos interdisciplinarios que abordaban de manera presencial a personas contagiadas de COVID-, y Europa aplicó también medidas de estas características. Así, en España se crearon espacios neutros dentro de los hospitales para que los profesionales de la salud puedan tener donde realizar catarsis de lo vivido en la actividad laboral, y se diseñó un protocolo en pasos para poder brindar acompañamiento familiar a las personas internadas en estado grave y en caso que fuese necesario, facilitar la
    despedida y posterior atención del duelo de los seres queridos.

    En Bélgica, y ya en la fecha de plantear un segundo confinamiento, han permanecido abiertas las librerías como medida de preservación de la Salud Mental. También se lanzó la permisión de un “Compañero de Caricias” con el
    objetivo que pese al confinamiento las personas puedan elegir un lazo para continuar vinculándose.

    En Asia, las medidas más contundentes se aplicaron en China mediante la decisión de implementar un Plan de acción para la prevención y tratamiento de la depresión dirigido a grupos vulnerables como adolescentes, mujeres embarazadas y personas mayores; y en Japón, con la reciente creación del Ministerio de la Soledad para ayudar a personas aisladas, pero también para dar respuesta a la creciente problemática del suicidio.

    A nivel global y en la actualidad que la pandemia propone, la mayor demanda se encuentra en la necesidad de que los Planes de Vacunación incluyan dentro de los factores de riesgo a las personas con discapacidad, ya que diversos estudios mundiales han concluido en que la población con discapacidad del desarrollo o con ciertos trastornos psiquiátricos, tendrían mayor probabilidad de mortalidad. Dicha demanda fue escuchada por algunos países y han sido Alemania, Dinamarca, los Países Bajos y Reino Unido quienes han utilizado este criterio para la organización de su vacunación.

    Análisis: De aislamientos y anticuerpos hacia el trauma mental masivo.

    Cuando la llegada del virus COVID-19 resultó innegable, y el mundo comenzó a hablar de anticuerpos, patologías preexistentes, formas de higiene, acciones de contagio y elementos de desinfección, la prohibición de vincularse parecía lo más conocido de todo aquello sorpresivo que la realidad imponía. Frente a ello, poblaciones enteras han escuchado medidas de sus gobiernos que mayoritariamente tenían que ver con cuestiones médicas que regirían al menos momentáneamente nuestras vidas conscientes, y con esa información, la conjunta replicación de la misma en todos los medios comunicacionales existentes. Así es como llegó la titulada Infodemia, quizás, la primera de las afecciones que empezó a obligar a los estados a entender que el nuevo contexto mundial no solo ponía en riesgo a la población de contagio del virus sino también de la propagación de dolencias subjetivas complejas.

    Junto con el exceso de información, la advertencia de los profesionales tuvo que ver con la necesidad de la palabra como herramienta de mediatización que permita elaborar el nuevo contexto social y vincular en el que todos los sujetos estábamos expuestos y en el que, además, deberíamos aprender una nueva forma de lazo social. Posiblemente en esa trama las poblaciones hayan sentido la presencia o ausencia de las medidas de gobierno.

    De este modo, la Infodemia fue parte de todo aquello que los confinamientos evidenciaron de las sociedades, como el estigma y la exclusión social, ahora escenificada en la discriminación a la persona contagiada, la disparidad de posibilidades económicas, representada en los insumos disponibles en cada hogar para transitar el aislamiento, la violencia de género y los abusos intrafamiliares, riesgo que ocupó el 100% de la vida cotidiana de cada víctima y el abordaje y contemplación de los cuadros sintomáticos psíquicos que cada sistema de salud ha tenido.

    Es así como las novedades contextuales comenzaron a incorporarse como nuevas formas de estar, y con ellas el mundo empezó a incorporar las estadísticas de nombres ahora familiarizados en las culturas como ansiedad, depresión, estrés postraumático e inclusive, intento de suicido. Tanto tabú puesto sobre el tapete de la agenda de los Gobiernos, frente a lo cual, muchos países han podido dar lugar a pensar sus políticas de gestión de la pandemia teniendo en cuenta procesos subjetivos, inclusivos y de participación para así ofrecer oportunidades de reconstrucción.

    Desde mucho antes del inicio de la pandemia, la OMS ha contemplado a la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y en esta parte de la historia del mundo, donde la pandemia es el factor de estrés social más agresivo, se encuentra alertando sobre la posibilidad de que el planeta pueda enfrentarse a un trauma mental masivo; esto implica la oportunidad de cada país de gobernar desde políticas públicas para que la población tenga la posibilidad de nombrar, ligar, alojar, procesar todo aquello que incluye la intensidad de la masividad que significa lo traumático.