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Asistente Salud Mental

    “Implementar la Ley de Salud Mental implica tener decisión política, invertir y reformar el sistema de salud”

    Revista Zoom – 29 de mayo

    Entrevista a Julieta Calmels, subsecretaria de Salud Mental, Consumos problemáticos y Violencias de la Provincia de Buenos Aires.

     

    ¿Cómo estás viendo la situación actual de la salud mental en población bonaerense (digo bonaerense por la población que abarca tu trabajo, pero se podría extender al conjunto de personas que habitan el país)? Sobre todo después de la pandemia este tema parece haber cobrado una centralidad que quizás antes no tenía.

    Como pincelada general, a modo de punto de partida, en general los temas de salud mental siempre quedaron relegados en la caracterización social, política e incluso sanitaria. Hay una cantidad de estudios argentinos –que tienen su relación con otros a nivel mundial— que plantean que en algún momento de la vida al menos el 30 % de la población tuvo alguna situación intensa respecto de su salud mental, y requirió ayuda de parte de servicios de salud. En general no nos hacemos a esa idea de que tres de cada diez personas en algún momento pasaron por alguna situación que requirió ser acompañada o atendida porque hay muchos estigmas, un tabú muy fuerte para hablar de salud mental. En general las personas que pasan situaciones vinculadas a depresiones, a consumos problemáticos, tienden a ocultarlos porque sienten vergüenza o porque son las propias familias las que tienen vergüenza, y eso produce muchas dificultades al momento de compartirlas.

    La pandemia puso una evidencia que hay una parte muy importante de nuestras vidas que tiene que ver con la salud mental. Y eso es un parteaguas para todos y todas, porque muestra que el malestar no tiene que ver solamente con una cuestión interna, intrapsíquica, sino con lo que nos pasa en términos sociales, sea al interior de nuestra familia como del trabajo, o la escuela, o cualquier otro espacio de intercambio que transitemos, siempre tienen una incidencia muy grande en la construcción de la salud mental y de la salud en general.

    Entonces, en esos términos, es un lado positivo de esta experiencia de la pandemia: algo que estaba muy oculto, un tema sobre el que había mucho tabú y estigma, pasó a ser una experiencia más inmediata. En las juventudes con las que nos encontramos vemos que los temas de salud mental son temas de los que hablan como no lo hacía nuestra generación, y mucho menos las anteriores. Para poner un ejemplo: empezamos a hacer unos talleres de salud mental en escuelas, que es una de las experiencias más lindas que estamos desarrollando en la provincia. El año pasado fue con alumnos de tercer año y este año con alumnos de primero y de cuarto. Y dijimos: “bueno, pongamos un primer encuentro para romper el hielo, cosa que se empiecen a animar empezar a hablar”. ¡Y no! Los pibes hablaban de salud mental del momento cero, porque ya era un asunto de sus conversaciones. Y de hecho fue un pedido que los Centros de Estudiantes le hicieron a Axel (Kicillof), al gobernador: poder trabajar los temas de salud mental. Mirá lo extraño de la situación, ¿no? No hubiéramos imaginado en otro tiempo que en un ámbito político organizado como son los Centros de Estudiantes aparecieran estos entre los temas de agenda. Hay algo que dejó de ser un tabú y que nos permite hablar de los dolores, las angustias que tenemos con menos carga social de estigma y de vergüenza. Y eso nos va a ayudar a tramitar las situaciones que se nos presenten de una manera menos solitaria.

    A su vez, esto que decimos, es reflejo de un atraso en Argentina, en relación a tener más sistemas de salud acorde con las necesidades de las personas, y que además de la asistencia y de los tratamientos, pueda contar con aspectos de ayuda en salud mental como procesos de acompañamiento y de cuidados más generales, no solamente de tratamientos. Eso es parte de la reforma que estamos impulsando en la provincia. Se puede decir que Argentina es uno de los países de Latinoamérica (y probablemente del mundo) con la proporción más alta de trabajadores de salud mental, y que contamos con una Ley de Salud Mental de avanzada, con estándares internacionales, pero así y todo todavía tenemos un esquema de salud mental atrasado.

    Por otro lado, diría que estamos charlando cada vez más qué es eso de la pandemia en relación al avance del capitalismo. Ya no sabemos bien ahora qué decir, qué le toca a qué, qué cargamos a la cuenta de la pandemia y qué al avance de las sociedades neoliberales. Los consumos problemáticos y los consumos en general, están en aumento en todo el mundo: aumentan los consumos de drogas legales en mayor parte, y esto es explicable dentro de sociedades de tanto consumo generalizado. Consumos de sustancia, consumos de tecnología. Hoy se estima que el 10 % de la población que consume sustancias tiene una relación problemática con eso, es decir, que su relación con el consumo le complica el trabajo, el proceso de educación, los vínculos. Y en algunos países del mundo eso es un problema muy serio de salud, en Canadá y Estados Unidos, por ejemplo, son la primera causa de muerte joven (la sobredosis de consumos vinculados a los derivados del Fentanilo, que es como pasó lamentablemente en Puerta Ocho en la Provincia de Buenos Aires). Todavía Argentina no tiene esa configuración, aunque a veces nos miramos como un país de segunda, de tercera, la verdad es que hay aspectos en los que Argentina está más preservado. Que no quiere decir que no haya problemas serios en relación al consumo, en primer lugar del alcohol, y después de otras drogas.

    Después hay otros fenómenos, como los trastornos tempranos del desarrollo de los niños, que es un tema que viene en aumento. O las depresiones. Y uno podría decir: “bueno, esto ya venía en aumento desde antes de la pandemia”. Porque el modo de relación social dominante, el desanudamiento de las relaciones sociales, la fragilidad de las instituciones del Estado moderno en relación a este momento que atravesamos, el modo en que las tecnologías aparecen en la sociabilidad, las formas de relación que tenemos con los cuerpos… Todos los que eran organizadores simbólicos de nuestra sociedad están un poco puestos en cuestión hoy en día, y eso hace que subjetivamente las personas se vayan construyendo psíquicamente de maneras muy distintas. Entonces tenemos una discusión abierta sobre los diagnósticos de la infancia, cómo vamos a llamarle a esos nuevos modos de aparición de las formas de organizarse de las infancias. Lo que no hay duda es que hay más niños y niñas que requieren de apoyos y acompañamientos en el sistema educativo diferentes a los que había antes, sea porque les cuesta prestar atención, o porque les cuesta estar con su cuerpo más o menos tranquilo en un ámbito educativo, o porque la comunicación y la relación social se les vuelve más compleja. Y es ahí donde aparecen todos los diagnósticos, que a veces sirven y son orientativos, y otras veces vienen sobre-exagerados: los autismos, los trastornos del desarrollo. Y así, como a veces nos cuesta o le cuesta a sectores de la sociedad acceder a la medicación, también pasa que muchas veces hay una sobre-medicación de situaciones de malestar, de sufrimiento, de estructuración. Entonces hay algunos que dicen que tenemos que pensar en sociedades neurodiversas, que ya no sirven tanto los diagnósticos y que  hay empezar a pensar en las diferencias sin cargarles tantos títulos patológicos. Eso es una discusión.

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