El crecimiento exponencial de la epidemia, signo del fracaso de las estrategias de detección y toque de queda, obligó a Emmanuel Macron a anunciar la solución que era la peor a sus ojos.

Si bien el gobierno lleva unos días trabajando para preparar los espíritus, el reconfine nacional, anunciado el miércoles 28 de octubre por Emmanuel Macron, por un período mínimo de un mes, constituye un shock. Esta solución era, a ojos del Jefe de Estado, la peor, la que había buscado, desde el verano, evitar. Pensó que la economía difícilmente se recuperaría y que los franceses no apoyarían la renovación de una prueba a la que ya se habían sometido durante cincuenta y cinco días la primavera pasada. Lamentablemente, finalmente se impuso la peor solución porque la estrategia que consistía en detectar, rastrear y aislar no dio los resultados esperados. El toque de queda decidido hace dos semanas ha resultado insuficiente o demasiado tarde. Una vez más, la epidemia está creciendo exponencialmente. De nuevo,en hospitales, requiriendo esta “frenada brutal” a la que resolvió Emmanuel Macron.

Este retroceso necesariamente erosiona el capital político del Jefe de Estado. Buena parte de su intervención televisada estuvo dedicada a justificarse. Explicar cómo llegamos allí y por qué había excluido, en esta etapa, otras soluciones como la de una re-contención dirigida solo a personas en riesgo. La situación en otros países europeos que, desde Alemania a Italia, pasando por España y Gran Bretaña, son nuevamente sacudidos por la ola epidémica, evidentemente le ayudó en su incidencia, en la medida en que la la mayoría se ve obligada a adoptar medidas restrictivas.

“A todos nos sorprendió la aceleración de la epidemia”, suplicó el presidente. Pero este argumento de defensa tiene dos limitaciones principales. Primero, porque la situación en Francia parece ser más grave que la de la mayoría de nuestros socios europeos con un aumento crítico de las hospitalizaciones y los ingresos en cuidados intensivos en un contexto de gran fragilidad del sistema hospitalario. Luego porque Emmanuel Macron había optado por no seguir parte de las recomendaciones del consejo científico y del Ministerio de Salud, en septiembre, cuando la propagación del virus se había vuelto exponencial nuevamente.

Trabajar con los medios a mano

En un intento por difundir la pócima amarga, Emmanuel Macron volvió a invocar la protección de los franceses. En un país de desconfianza endémica, el miedo ha sido hasta ahora la levadura más poderosa de la disciplina. Desde el primer encierro, Emmanuel Macron aprendió sin embargo tres lecciones: la desescolarización de los niños, poco afectados por el virus, tuvo efectos deletéreos; el aislamiento de los ancianos en hogares de ancianos fue cruel; y el cierre virtual de la economía ha costado caro.

Este segundo confinamiento será, por tanto, menos restrictivo: las escuelas, colegios, institutos permanecerán abiertos, al igual que los mostradores de los servicios públicos y las puertas de las residencias de ancianos. Se anima a todos a trabajar con los medios a su alcance, excepto cafés, restaurantes, espectáculos, negocios no alimentarios, que obviamente reaccionan muy mal a la llegada de la Navidad y están haciendo todo lo posible para conseguir un alivio lo más rápido posible. Emmanuel Macron no excluyó nada pero tampoco les prometió nada, porque, en realidad, la situación ya no depende de él. Cae bajo la disciplina de los franceses y la de los funcionarios electos de todos los bandos, que esperaban demasiado rápido que el virus fuera domesticado.

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