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Asistente Salud Mental

    Red Puentes, una experiencia comunitaria en el tratamiento y prevención del consumo problemático de sustancias

    Autor@s

    CZERNIKIER, Alejandro / Coordinador Puentes “Barracas”.

    ESCOBAR, Vanesa / Coordinadora general Red Puentes.

    PINTO VENEGAS, Juan Pablo / Coordinador equipo psicológico.


    Eje de trabajo: 3) Trabajo interdisciplinarios para el abordaje de la salud mental y consumo problemático de sustancias

    La Red Puentes, perteneciente al Movimiento Popular La Dignidad, nace en el año 2012 y aborda, de manera libre y gratuita, el tratamiento y la prevención específica e inespecífica de los consumos problemáticos de sustancias en niños, jóvenes y adultos de los sectores populares. Está conformada actualmente por trece casas ubicadas en CABA, Conurbano bonaerense, Córdoba, Santa Fe, Jujuy, Río Negro, Mendoza y Chaco.  Actualmente se encuentra conveniada con la SEDRONAR en el marco del programa de Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario y con la Dirección General de Políticas Sociales en Adicciones dependiente del Ministerio de Hábitat y Desarrollo Humano  de la Ciudad de Buenos Aires. En conjunto con otras construcciones comunitarias de salud de la organización como la Central de Emergencias Villeras con sus propias ambulancias[1], el cuerpo de rescatistas comunitarios y los diversos centros de salud, la Red Puentes constituye una verdadera herramienta de salud popular en los barrios, que demuestra la capacidad de las organizaciones sociales para dar respuestas eficientes a esta problemática en tanto que devela la falla a nivel estatal en la contención y tratamiento de la  misma..

    Diagnóstico de situación, conceptualización de los consumos problemáticos y actores del territorio

    Si bien todas las sociedades a lo largo de la historia estuvieron atravesadas por el uso de sustancias, muchas veces como “vehículos hacia lo sagrado” o “facilitadoras del vínculo social” es con el advenimiento del actual modelo económico y social que las sustancias empiezan a configurarse como algo problemático al disociarse de su rol comunitario y convertirse en simples mercancías, productos híper-ofertados cuyo consumo generalizado favorece a los propietarios de sus medios de producción dejando como efecto, entre otras cosas, al conjunto de las clases populares adormecidas. Sostenemos entonces, que los consumos problemáticos de sustancias no son algo azaroso ni un problema individual, sino màs bien; un problema colectivo apoyado desde un modelo económico, sostenido en una sociedad de consumo.

    Entendemos al consumo problemático como el uso indebido de sustancias y sus efectos negativos en la vida del sujeto y la comunidad. En los territorios donde se encuentra anclada nuestra experiencia es común el consumo (siempre problemático) de pasta base así como el abuso de alcohol y otras sustancias en adultos, jóvenes, niños y niñas, es decir el policonsumo.  Si bien es cierto que cada sujeto mantiene una relación singular con la sustancia, entendemos que en estos territorios vulnerables los consumos problemáticos emergen desde una compleja trama de precariedades e injusticias estructurales; las condiciones alienantes de trabajo (o la falta del mismo), la imposibilidad de acceder a una vivienda digna, la experiencia de vida en calle, la discriminación y la pobreza (y su criminalización), la falta de salud y educación por nombrar algunas de estas condicionantes. Junto con lo anterior, al momento de analizar e intervenir esta problemática, somos testigos de la violencia institucional y de género, de la ausencia de vínculos y redes de contención, condiciones generadoras de exclusión que dificultan el proceso de recuperación integral (psíquica, física y social) de la salud.

    En este contexto, para quienes asisten a nuestros centros, el consumo pareciera ser una “solución”, una “anestesia” a la precariedad y el malestar de la carencia, síntoma ya no sólo psicopatológico sino más bien social, es decir que sus causas y tratamiento no se reducen a un factor meramente subjetivo ni personal sino también, y sobre todo, social y político.

    ¿Usuario, paciente o compañero? Detrás de cada pibe y cada piba hay una historia

    Es sobre los jóvenes de las clases populares, criminalizados y estigmatizados, donde recae el poder destructivo de una droga de exterminio como la pasta base, sustancia no apta para el consumo humano, pensada para eternizar y profundizar la marginación y exclusión. El consumo y la violencia se transforman en un circuito tanático que no se detiene y arrastra no solo a la persona que consume sino también a su entorno, a la comunidad, a los vecinos y vecinas de las villas y barrios populares, mientras los narcos, empresarios de la noche, funcionarios y fuerzas represivas continúan enriqueciéndose.

    Las  lógicas de violencia en las que se ven insertos los y las jóvenes de los barrios populares son un eslabón del brutal engranaje del entramado territorial que involucra al narcotráfico, a las fuerzas de seguridad y al Estado como actores fundamentales en el marco de las violencias del territorio. Estos jóvenes no son solo consumidores de sustancias como la pasta base, sino soldaditos de los transas del barrio o satélites. En relación a lo anterior, es interesante explorar entre las conceptualizaciones que los jóvenes los barrios tienen sobre la figura del pibe chorro, eterno enemigo de los transas arruina pibes pero sujeto a estos por su problemática de consumo.

    El pibe chorro ocupa un alto lugar jerárquico entre los jóvenes siendo categorizado según los tipos de robos que realice (con arma de fuego, con armas blancas, “de chamuyo”, “rastreando”, dentro o fuera del barrio, etc) y diferenciado de aquellos adultos involucrados en otras actividades delictivas como ser “piratas del asfalto”, “robo de bancos o de camión de caudales” y otras actividades que en muchos casos suelen ser solo una fantasía digna de admiración por parte de los más jóvenes que comienzan a introducirse en esta lógica. En cuanto a las chicas, la cuestión es un tanto más compleja: muy pocas suelen dedicarse al robo, la mayoría que se encuentra dentro de esta lógica se dedican a la venta de sustancias dentro del barrio siendo regentadas por un transa de mayor categoría y a quienes habitualmente se les paga por “su trabajo” con sustancia. Esta actividad también es realizada por los varones pero quienes se dedican a esto son considerados como faltos de código o que no les dio para pibe chorro por los otros jóvenes. Las pibas además ofrecen su cuerpo como elemento de mercancía para poder obtener sustancias o dinero para poder comprarlas, o bien, mantienen una relación sentimental con algún transa del barrio para obtener protección y/o sustancias. Aquí también aparece la cuestión de la jerarquía: no es lo mismo ser la novia de un  transa  que la de un pibe chorro.  Las chicas son, otra vez, doblemente oprimidas, por ser pobres (con problemas de consumo de sustancias) y por ser mujeres.

    Por otro lado, se encuentra la problemática de la situación de calle que aunque comparte en cierto punto la exclusión y marginación de los jóvenes que viven en las villas y asentamientos, presentan lógicas diferentes en otros aspectos. Particularmente, nos encontramos trabajando con este sector desde la casa de Puentes Abasto, donde la población que asiste está o estuvo en su totalidad en situación de calle, esto es, en sitios urbanizados transitando su vida (comiendo, durmiendo, etc) en la vereda o esquina de algún barrio porteño. En nuestro caso, nos encontramos trabajando con jóvenes de los barrios de Once, Abasto y San Telmo. La situación de calle presenta un nivel de complejidad mayor dado por la falta de lógicas de comunidad y redes barriales que sí están presentes en mayor o menor medida en las villas de emergencia. Además los niveles de desprecio y señalamiento hacia los jóvenes por parte de los vecinos son mayores dada la enorme brecha social y económica presente entre unos y otros. Por otro lado, muchos de estos jóvenes ya presentan una situación estructural de calle, es decir que son parte de una segunda o tercera generación en situación de calle, con lo cual nos encontramos con un escenario de profunda vulneración de los derechos más básicos: no hay vivienda, no hay educación, muchos no tienen DNI (nunca fueron registrados) y a esto se suma la falta de espacios que proporcionen en el territorio otros recursos como lo hacen los comedores existentes en las villas o asentamientos. En la situación de calle, desde nuestra experiencia,  no encontramos la presencia fuerte de figuras jerarquizadas como la del pibe chorro en las villas, sino más bien, quizás, el líder de ranchada (presente en las villas también), que suele ser un joven más grande que manda y enseña a robar a otros chicos más pequeños, pero que aún así no tiene el mismo reconocimiento porque se encuentra en la misma situación de exclusión y marginación que el resto de la ranchada. Los delitos por los que suelen ser detenidos los jóvenes y niños en situación de calle son las tentativas de robo o los robos de objetos de poca monta (por rastreo o arrebato) utilizando elementos punzantes. No registramos casos de utilización de armas de fuego en estos casos.

    Es importante mencionar, sin embargo, que en ambos escenarios (situación de calle y villas de emergencia), la ideología tumbera como estructurante de sus dinámicas sociales: esto implica mostrar superioridad frente a otros compitiendo por el barrio, tipo de delitos en los que se ven involucrados, figura del macho que se impone asegurándose así el respeto/miedo por parte de sus pares, recurrir a la violencia física y/o verbal para medir fuerzas, etc. Frente a estas dinámicas, desde las casas Puentes proponemos dinámicas asamblearias que permiten la resolución de conflictos grupales o individuales a través del diálogo, pero también de estas instancias surgen propuestas de actividades a realizar como grupo, nuevas rutinas convivenciales, actividades de formación en torno a diversas temáticas para quienes concurren a la casa, etc.

    Dada esta situación, entendemos que pensar la problemática de consumo únicamente desde lo individual es una mirada limitada y errónea , es por ello que no solo trabajamos en relación a lo específico del consumo de sustancias sino también sobre la problematización de la identidad colectiva e individual que los atraviesa en el territorio. Se apunta a la construcción de otra identidad que, sin desconocer o anular su historia previa, sume otros elementos que los ayuden a pensarse desde otro modo de vida, construyendo en conjunto herramientas que le sirvan a los jóvenes para enfrentar las estigmatizaciones y señalamientos que sufren a diario proponiendoles un camino de lucha para la propia vida, saliendo así de la pasividad en la que los ubica el consumo que los vuelve objetos. Esto es uno de los ejes desde los cuales se piensan las intervenciones cotidianas en Puentes.

    Sobre el tratamiento y el dispositivo Puentes: procesos de recuperación de la salud
     Abordaje comunitario e interdisciplinar

    Una problemática de esta naturaleza, es decir, altamente compleja, precisa de una intervención colectiva y directa con el territorio y los sujetos que lo componen así como de equipos transversales de trabajo, es por esto que los equipos de los dispositivos Puentes se encuentran conformados por psicólogos/as, psicólogos/as sociales, trabajadores sociales, operadores/as convivenciales y talleristas.

    Entendemos, entonces, que una salud digna sólo puede ser construida colectivamente; por eso, quien se acerca a Puentes es entendido como un sujeto activo en el proceso de recuperación de su salud y no como alguien que recibe pasivamente un tratamiento por consumo de sustancias. Por lo tanto, es fundamental además una mirada desde el abordaje comunitario que implica la creación y reconstrucción de redes disueltas o nulas en las vidas de los jóvenes y adultos que asisten a las casas de Puentes. Dado que las causas que llevan a una persona a consumir una sustancia son múltiples, el problema debe ser abordado del mismo modo, desde una mirada interdisciplinaria y que apunte a crear redes de contención y no a que un único dispositivo dé todas las respuestas.

    Por otro lado, entendemos al sujeto no como un ente individual y aislado, sino como parte de una sociedad que lo produce y lo mantiene de determinada manera, ejerciendo este a su vez una influencia sobre lo social. En este sentido, como ya mencionamos, el consumo  de sustancias puede presentarse como un factor secundario, y viene, más bien, a velar o a tapar otra problemática como la pobreza, la falta de oportunidades, la marginación y exclusión social. Es por ello que tratar el consumo, lograr que una persona deje de consumir y mejore no es suficiente para terminar con el problema, ya que si las condiciones de vida no cambian, el consumo problemático de sustancias muy probablemente reaparezca. Por esta razón,  pensamos las intervenciones en distintos niveles.:

    A nivel del individuo: es necesario que la persona que llega al dispositivo, ya sea porque viene por sí misma o porque el equipo se acercó a ofrecer  tratamiento, reduzca su nivel de consumo. Solo así es posible trabajar lo que el consumo oculta; esto se consigue con una convivencia saludable que rompa con la cotidianeidad precaria:una casa que resuelva las necesidades básicas más urgentes como bañarse, alimentarse y descansar es el primer paso para generar un ambiente de confianza y contención donde pueda desarrollarse el tratamiento. Esto se complementa con la escucha en el espacio individual de terapia, las funciones y talleres al interior de la convivencia, los quehaceres de la casa, el acompañamiento y apoyo de los operadores y por sobre todo la contención del grupo, de los compañeros y compañeras.

    Es en este proceso donde la rutina organiza la vida de los asistentes al mismo tiempo que interrumpe el consumo o lo hace cada vez más espaciado, reduciéndose paulatinamente junto con los riesgos y daños asociados, favoreciendo así el tratamiento

    A nivel grupal: Cuando la persona reduce el consumo y logra estabilizarse aparecen ciertas interrogantes y problemas que antes estaban ocultados por el consumo: problemas familiares, falta de proyecto de vida y por supuesto cuestiones de carácter social, es decir, la precarización de la vida que sufre.  Es por ello que se hace necesario la producción y formación de un grupo de pares en donde el problema de uno es el problema del otro. El grupo procesa lo que el individuo por sí solo no puede procesar. Los problemas que el sujeto siente que le son propios, personales, muchas veces son problemas generales que atraviesan a todos y todas en determinado contexto económico y social y de esto da cuenta el grupo. Cuando determinada persona habla, se expresa un grupo, una clase; es por ello que el cese del consumo no es suficiente. Este problema que aparece en el grupo que se genera al interior de Puentes, es decir, de un grupo de personas que intentan dejar de consumir ciertas sustancias, es un problema más general, es el problema de la marginación y falta de oportunidades, problema en el cual ellos no son su causante ni tampoco sus víctimas sino más bien, son parte de la maquinaria social que busca mantener las cosas en el estado en el que están, impidiendo cualquier tipo de cambio o emancipación. Esto muestra que la formación de un grupo es necesaria pero no es suficiente sino más bien  es necesario abrirse hacia el colectivo.

    A nivel colectivo.  Es el colectivo el que permite o no el desarrollo de todas nuestras potencialidades individuales, es por ello que no basta por ejemplo tener algo sino también es necesario compartirlo socialmente, usarlo con otros. El primer paso fue desde el individuo al grupo; y ahora es necesario que el grupo salga a la calle, y que no lo haga solo como el sujeto paquero o fisura que consume pasta base y no sabe qué hacer, ni como el pibe chorro que cree gozar de un lugar de privilegio respecto al gil trabajador pero tampoco como el grupo de rehabilitados con el rótulo de ex drogadictos sino como personas de derecho capaces de reclamar y conquistar la vida que quieren y necesitan, no solo como sujetos efectos de la producción económica y social  sino como sujetos capaces de hacer política, de organizarse políticamente y transformar. Por ende, se hace necesario la inserción de estos grupos y sujetos en otras estructuras sociales, más allá de nuestros espacios de abordaje, las que permitan que ese rótulo se desdibuje, por ejemplo el trabajo con otros organizados en una cooperativa que pueden no haber tenido o tener consumos problemáticos pero sí son pares, vecinos y vecinas de los barrios atravesados por la misma exclusión; que puedan acercarse a distintas experiencias de organización, etc. Solo así en tanto pares, el “ellos y nosotros” pierde sentido, somos compañeros y compañeras en una misma lucha. El sujeto se expresa como lo que es, una comunidad; un colectivo cansado de la explotación y el abuso decidido a luchar.

    Rutina cotidiana en Puentes

    El día comienza con el desayuno y la asamblea de apertura donde los jóvenes y adultos cuentan qué hicieron el día anterior, cómo pasaron la noche, cómo se sienten y qué van a hacer durante el transcurso del día. En la asamblea también se organiza quién va a realizar cada tarea de la casa (limpieza de las habitaciones, preparación del almuerzo y merienda, etc). La autogestión de la organización de la casa por parte de los  asistentes es uno de los elementos identitarios más fuertes de la rutina cotidiana. Es un indicio que da cuenta de que la casa se construye entre todos y todas. Luego, se almuerza en conjunto: equipo y asistentes. Este es otro punto que trabajamos fuertemente con quienes se acercan a Puentes, ya que en las lógicas de la calle, lo individual, a veces,es un factor muy presente aunque también, en la calle,  nos encontramos con lógicas de solidaridad y compañerismo ante la adversidad que también buscamos potenciar en el cotidiano de las casas Puentes. Por lo tanto, la propuesta de realizar las distintas actividades de la casa de forma conjunta obliga al joven o adulto a pensarse desde lo grupal también y no solo desde la necesidad individual. Se busca así poner en juego las lógicas del compañerismo, el respeto por el otro y la responsabilidad a la hora de asumir una tarea ya sea dentro o fuera de la casa.

    Por la tarde hay diversos talleres dependiendo el día: circo, arte, electricidad, deporte, serigrafía, hip-hop. Durante el transcurso de la jornada se realizan además, los acompañamientos externos de los jóvenes y adultos en relación a intervenciones de salud, educación, judiciales, etc. que se detallarán más adelante. Durante la tarde, también tienen lugar los espacios terapéuticos individuales y grupales pensados como espacios de escucha y diálogo donde los asistentes piensan y producen su subjetividad.

    Puentes es además un espacio abierto para los familiares de los jóvenes y adultos que conviven día a día, que pueden participar de instancias específicas del tratamiento. Para finalizar la jornada, se prepara la merienda y se realiza la asamblea convivencial de cierre donde todos comparten cómo se sintieron en el día, dónde pasarán la noche, qué van a hacer el día siguiente, etc.

    Esta modalidad de convivencia diaria se construye como espacio de contención proporcionando vínculos saludables entre pares, atravesados por el cuidado cooperativo de la casa.

    Características y tareas de la Red Puentes

    Actualmente, cada casa de la Red Puentes presenta una población de entre 15 y 25 personas de 16 a 60 años de edad, con excepción de Puentes Abasto que trabaja con una población de niños, adolescentes y jóvenes de entre 11 y 25 años de edad.  El principal consumo problemático de sustancias con el que nos encontramos es el de pasta base y psicofármacos, y en segundo lugar, alcohol.  En el año 2016 fueron atendidos en los dispositivos Puentes entre 200 y 250 niños, jóvenes y adultos (no todos realizan convivencia dentro de las casas, muchas de estas intervenciones se dieron en territorio, otras implicaron el acercamiento de los jóvenes a las casas solo para un espacio de terapia individual o incluso para realizar algún taller, mientras que la mayoría realizó o se encuentra realizando convivencia en jornada completa).

    La Red Puentes focaliza su trabajo, desde una perspectiva de abordaje comunitario, en la herramienta convivencial como marco de recuperación de la salud de los/as niños, jóvenes y adultos que asisten. Es desde la convivencia que se pautan ciertas actividades apuntadas a pensar rutinas saludables. En Puentes, quienes asisten tienen garantizadas tres de las cuatro comidas del día (desayuno, almuerzo y merienda) y en el caso de ser necesario, se les da una vianda para la cena. Además, como ya se mencionó, se hacen acompañamientos externos, generalmente a cargo de los operadores/as convivenciales,  relacionados con distintos aspectos de la vida de estos jóvenes y que comprende entender la salud desde una mirada integral.  Esto implica:

    Acompañamientos de Salud: acompañamientos a hospitales, centros de salud con los que se crean previamente lazos institucionales. Algunas instituciones con las que articulamos son: Hospital Borda, Hospital Nacional en Red (Ex CENARESO), Hospital Argerich, Hospital Penna, Hospital Santojanni, Hospital Ramos Mejía, Hospital José Dueñas, Facultad de Odontología, Mutual Senderos (CTEP), CESACs (35, 30, 8, 11, 15, 1, 16, etc). Estos acompañamientos comprenden la contención emocional desde Puentes de los jóvenes que por su situación de exclusión y marginación han quedado por fuera de las estructuras de salud mencionadas y presentan reticencia, miedo y/o vergüenza a la hora de asistir a estos lugares. Por otro lado, cuando evaluamos junto con el asistente que el dispositivo ambulatorio de Puentes no puede contenerlo, realizamos la derivación para una internación en una comunidad, y luego, hacemos el seguimiento en la comunidad a la que fue derivado. Para esto, articulamos principalmente con las comunidades Vientos de Libertad pertenecientes al MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) ubicadas en Gral Rodríguez, Marcos Paz, Pilar y Tigre. También realizamos internaciones mediante SEDRONAR (sede central o sedes descentralizadas, CEDECOR).

    Acompañamientos de Educación: la mayoría de los jóvenes que asisten a Puentes no han finalizado sus estudios secundarios o incluso, primarios (algunos jóvenes no saben leer y escribir). Es por esto, que realizamos el enlace con diversas instituciones y programas educativos a fin de rearmar la red educativa del joven. Para esto, trabajamos con bachilleratos populares del Movimiento Popular La Dignidad y otras organizaciones (Bachillerato Popular Villa Crespo, Bachillerato Popular Barracas al Sur, Bachillerato Popular La Pulpería, Bachillerato Popular La Dignidad, Bachillerato Popular Maderera Córdoba), Plan FINES, Envión, escuelas públicas cercanas a los centros de día, jardines de infantes y CPI para los hijos e hijas de los jóvenes que asisten a Puentes y Programa Puentes Escolares. En función de esto es que los jóvenes son acompañados no sólo en el momento de la inscripción sino en todo el proceso educativo, siendo fundamental además el vínculo con los docentes y directivos de estas instituciones.

    Acompañamientos Laborales: el abordaje de esta área implica contemplar un escenario complejo que comprende en algunos casos la hipervaloración de la cultura “tumbera” y figura del pibe chorro, esto implica poner en discusión la subjetividad de los pibes y pibas, pensar lo identitario y qué significa la “cultura del trabajo” para estos jóvenes. Es por eso que en el marco de la recuperación de su salud comienzan a aparecer demandas vinculadas a lo laboral, la necesidad de conseguir un medio de subsistencia diferente al que venían desarrollando. En función de esto es que las intervenciones son múltiples: desde ayudar a elaborar un CV, asesorarlos sobre cómo es una entrevista laboral, inscribirlos en diversos cursos de formación en oficios, programas de acompañamiento laboral (AMIA, DONCEL) hasta contemplar la realización de diversos productivos que les permitan generar un ingreso con el cual poder solventar algunos de sus gastos. En este momento, se encuentra en construcción un proyecto cooperativo de carpintería que capacitará a los jóvenes y les brindará una fuente de trabajo.

    Acompañamientos judiciales: Dado que muchos de los jóvenes que ingresan a Puentes tienen causas judiciales abiertas y desconocen el estado de las mismas, el abordaje desde esta área es fundamental para pensar la recuperación de una vida saludable. Es por esto que ya en la entrevista de admisión se consulta sobre este aspecto para poder intervenir y acompañar en este sentido. Desde nuestros dispositivos nos encargamos de acompañar al joven en las distintas instancias, presentàndose incluso la institución como un posible lugar para realizar una probation si así se requiriera. Realizamos el seguimiento de las causas tanto telefónicamente como yendo a los juzgados y defensorías. En el caso de los menores de edad, nos vinculamos con el CAD y centros cerrados de menores.

    Acompañamientos habitacionales: La situación habitacional de estos jóvenes y adultos es precaria e inestable. Muchos se encuentran en situación de calle (en paradores o en calle directamente), situación de pasillo, en hoteles y/o pensiones, en viviendas precarias en villa. Dado este panorama, se interviene gestionando subsidios habitacionales (a pesar de la dificultad de acceso a estos por no cumplir con todos los requisitos necesarios) o se realizan derivaciones a paradores u hogares. En el caso de los primeros, sucede que es casi imposible el lazo institucional con estas estructuras, con lo cual los jóvenes deben acceder al dispositivo como cualquier otro particular. En el caso de los hogares, tenemos vínculo con algunos hogares de Cáritas (Hurtado, San Francisco de Asís, Año Santo), con el Centro de Integración Monteagudo, con el Centro de integración Frida; y en el caso de los menores, tenemos vinculación con el CAINA, La Boquita, La Balsa y Casa de Coca. En este sentido, recibimos derivaciones de todos estos lugares para que los jóvenes hagan tratamiento por consumos problemáticos de sustancias, lo cual permite un intercambio interinstitucional

    Además, todos los dispositivos Puentes brindan atención psicológica individual y grupal. Entendemos el trabajo clínico como un acompañamiento más en el proceso  que realiza cada uno de los/as jóvenes y adultos de su propia situación y vivencia. Este es un espacio donde se privilegia la escucha y el pleno despliegue de la subjetividad, desde ese lugar de intimidad, se trabaja junto con el sujeto aquello que atraviesa su problemática de consumo desde su singularidad. La frecuencia de este espacio se pauta con el asistente en cuestión de acuerdo a sus ocupaciones, necesidades y/o demandas.  Por otro lado, mediante el dispositivo grupal se trabajan temáticas propuestas por los asistentes en conjunto con los terapeutas y/u operadores de turno. Este dispositivo apunta a producir  y mantener el grupo, entendido este último como una producción colectiva cuya función es trabajar y desarrollar problemáticas que el sujeto por sí solo no puede. Esto implica el poder construir nuevas habilidades, nuevas aptitudes generales para la vida (como el dominio de sí mismo, capacidad para tomar decisiones, manejar tensiones y la ansiedad, destrezas sociales para la intervención comunitaria) para que luego puedan utilizarlas haciendo frente a los problemas que se presentan en el diario vivir. Al acrecentar sus capacidades, no solo se reducen sus motivaciones para consumir, sino su vulnerabilidad, su susceptibilidad a las presiones sociales externas. El espacio grupal también busca discutir y dar solución a problemas de convivencia en la casa, debatir en torno a problemáticas grupales que no solo se relacionan con el dispositivo Puentes sino con el afuera y potenciar cualidades individuales que puedan hacer crecer al grupo.

    Por otro lado, las trabajadoras sociales de Puentes tienen bajo su responsabilidad el área preventiva social-comunitaria y el trabajo de relaciones institucionales y comunitarias.  Desde el área de Trabajo Social de cada uno de los centros se gestionan y acompañan diversos subsidios (ticket social, subsidio habitacional, pensiones, etc) para los asistentes, siempre teniendo en cuenta la integralidad de su proceso de recuperación de la salud (esto es, evaluando junto con ellos si pueden administrar por sí solos dinero, vivir solos, etc).

    La estructura convivencial de Puentes también comprende el desarrollo de talleres que apuntan a potenciar la creatividad, la capacidad de simbolizar, la producción y la imaginación. En los dispositivos hay talleres de arte, circo, rap, boxeo, percusión, deporte, yoga, etc. Los talleristas son docentes formados en su disciplina que se incorporan a la dinámica convivencial de Puentes.

    Finalmente, es fundamental la intervención dada en el territorio desde lo intrainstitucional y lo interinstitucional, pero también con el acercamiento directo a la población con problemáticas de consumo de sustancias, esto es desde ciertas estrategias enmarcadas dentro de la reducción de riesgos y daños (ofrecimiento de viandas y/o bebidas calientes/frías en calle, escucha y diálogo sobre la problemática, etc) hasta constituirse en el medio para lograr el acercamiento de estos jóvenes al dispositivo convivencial.

    El trabajo con otros es nuestra única manera de abordar el trabajo en territorio, ya que potencia  y fortalece nuestro accionar. Es decir que concebimos el trabajo en red como una necesidad y un eje rector del dispositivo; ya sea para derivar ciertos casos cuya demanda excede nuestra propuesta como dispositivo de atención así como también promover un trabajo en conjunto, que establezca vínculos profesionales de trabajo en el cual el aprendizaje y la experiencia es compartida.

    Conclusiones

    Al sostener los consumos como una problemática política, social y económica como ya fue mencionado, es necesario intervenir desde distintos niveles, individuales, grupales y colectivos. Una vez que mediante esfuerzo y trabajo conjunto el consumo cesa y los pibes se liberan de ese automatismo que tiende a la autodestrucción emergen preguntas que antes permanecían en silencio: “¿Y ahora qué hago? ¿Qué viene ahora?” Preguntas que apuntan al futuro y que llaman a respuestas no sólo desde nosotros sino también desde el campo social, preguntas que si no son escuchadas transforman el rescate y el proceso de recuperación en una cuenta regresiva que anticipa la recaída. Y es que, qué duda cabe, la vida sin consumo de sustancias no es un lecho de rosas; ahora que la precariedad  y la injusticia del sistema emerge sin anestesia…¿qué hacer? En este sentido apostamos a que estos niños, jóvenes y adultos sean los protagonistas de su propia historia, poniendo en juego la rebeldía consciente y organizada para luchar ahora, no sólo por la recuperación de su salud sino también de su trabajo, su educación, sus lazos, sus derechos, su dignidad: rebeldía que tracciona a luchar por la eliminación de todas las injusticias que fueron el suelo fértil del consumo problemático, rebeldía que nos invita a organizarnos y luchar por la verdadera transformación social.

    Bibliografía

    Agüero, A. (2006); Clínica institucional en toxicomanías : una cita con el Centro Carlos Gardel, Buenos Aires, Argentina: Letra Viva

    Gallardo, A. (2016), El paco, Informe sobre consumo y efectos en el cinturón sur de la CABA – 2016


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